“Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás”. (Evangelio según San Mateo 4:10) Un vendedor buscaba en vano un espacio para estacionar su auto. En su desesperación, como no encontraba, dejó el auto en una zona de “No estacionar” pero dejó una nota en el parabrisas que decía: “He dado diez vueltas a este lugar buscando un lugar para estacionar. Tengo una cita que cumplir o pierdo mi empleo. Perdónanos nuestras deudas”. Un agente de policía que leyó la nota dejó su respuesta: “He dado vueltas a esta cuadra por veinte años. Si no le pongo la multa pierdo mi empleo. No nos metas en tentación”.
Creo que el tema de la tentación es uno muy conocido por nosotros. Pues ¿Quién no ha pasado por alguna tentación? ¿Quién no ha sentido ese deseo o ha recibido la invitación de hacer algo que no es conveniente ni correcto? Las tentaciones nos encuentran con mucha facilidad y rapidez. Y nuestro problema no es cómo meternos en ellas, sino cómo vencerlas cuando llegan.
En Mateo 4:1-11 vemos cómo Jesús fue guiado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Jesús es Dios verdadero pero también hombre verdadero. Y como hombre fue tentado, y tentado en todo según las Escrituras. En el desierto Satanás lo tienta, y lo ataca en primer lugar, por su necesidad física, al decirle que convierta las piedras en pan. Jesús tuvo hambre tras ayunar por cuarenta días y sabía que no podía usar su poder para su beneficio pues al hacer eso, no solo comenzaría mal su ministerio sino que demostraría que no confiaba en la provisión y cuidado del Padre. Luego es llevado al pináculo del Templo en la santa ciudad y nuevamente Jesús es tentado a lanzarse de allí pues el Padre enviaría ángeles para protegerlo. Jesús se niega a ello y no cede ante la tentación, pues aunque es el Hijo de Dios entiende que no hay razón para poner a prueba la voluntad del Padre y hacer que Dios se amolde a su voluntad. De igual manera se negó a ser reconocido como el Mesías por medios sensacionalistas, sino más bien se acoge a aceptar y seguir el camino trazado por el Padre. Por último el diablo lo lleva a una montaña alta desde donde ven los reinos del mundo y se los ofrece, prometiéndole una victoria sin sufrimiento, una corona sin cruz. Lo único que Jesús debía hacer a cambio era una muestra de adoración. A lo que Jesús se niega rotundamente pues reconoce que sólo a Dios se debe adorar. Si estuviéramos en un juego diríamos que la puntuación está tres a cero a favor de Jesús.
Jesús salió airoso y venció la tentación citando las Escrituras. Tenía los mismos recursos que tenemos a nuestro alcance. Por lo que, de igual manera, podemos nosotros estar preparados y vencer al momento de la prueba, más no caer en pecado al momento de la tentación.
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