“Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y toda la casa se llenó del olor del perfume.”
Evangelio según San Juan 12:3
El pastor Rittenhouse y su familia se encontraban de vacaciones viajando en su auto. Repentinamente, una maleta voló desde otro vehículo que conducía en dirección contraria. Detuvieron la marcha, recogieron la maleta, pero el otro conductor aparentemente no se percató de lo sucedido. La única clave que encontraron para identificar al dueño de la maleta fue una moneda de oro con una inscripción que leía así: Otorgada a Otis Sampson, en ocasión de su retiro de la Compañía de Cemento de Portland.
Luego de varios esfuerzos, consiguieron hacer contacto con el Sr. Sampson. Muy agradecido, éste les autorizó a disponer de la maleta y su contenido, pero les pidió que le enviaran lo que él consideraba que era su “más valiosa posesión” la moneda de oro. Entonces, el pastor Rittenhouse decidió enviarle la moneda de oro, junto con una carta en la que le hablaba sobre su “más valiosa posesión”: Jesucristo. Al cabo de un año, el pastor recibió un paquete con envoltura navideña y una nota que contenía el siguiente mensaje: “A usted le debe alegrar saber que mi esposa y yo ahora somos miembros activos de una iglesia cristiana. Conserve usted la moneda de oro como recordatorio de que ahora también para nosotros nuestra más valiosa posesión es Jesucristo”.
Aquel hombre no sólo encontró en Jesús su más valiosa posesión, sino que, como una muestra de gratitud, fue capaz de entregar lo que antes estimaba más. De igual manera María, la hermana de Lázaro, fue capaz de mostrar su gratitud por medio del derramamiento de un costoso perfume. Aunque algunos no entendieran aquel acto, para el Maestro significó el momento adecuado para cosechar lo que antes había sembrado en el corazón de aquella mujer. ¡Quiera Dios que nosotros podamos corresponder igual!
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