“Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.”
Evangelio según San Mateo 25:5
Hace ya varios años, mientras moderaba una reunión de consistorio, tuve una experiencia que quiero compartir con ustedes. Esa noche discutíamos los detalles del presupuesto que se habría a presentar a la congregación. Mientras participábamos del proceso de discusión, uno de los ancianos cerró sus ojos y se quedó dormido. La reunión siguió su curso, sin que nadie interrumpiera el sueño de aquel hermano. Al rato, mientras tratábamos de ponernos de acuerdo sobre una partida difícil de ajustar en el presupuesto, aquel hermano despertó del sueño, tomó la palabra, y presentó la solución al incómodo asunto.
Todos los demás nos quedamos sorprendidos, y preguntándonos cómo era posible que una persona pudiese, no sólo seguir la discusión mientras dormía sino, más aún, poder presentar una idea que resolviera el asunto en discusión. Les confieso que todavía no tengo una explicación para lo que sucedió allí. Lo que sí sé es que, de alguna manera parece que es posible tener cierto nivel de conciencia aún mientras se duerme.
Pensé en esa experiencia cuando estudiaba el texto para este día. Allí, el Maestro narra es la parábola de las diez vírgenes que participan de una fiesta de bodas. Y la razón por la que pensé en esta experiencia, es porque el texto plantea el tema de la vigilancia, vinculada con el sueño. Como cuestión de hecho, la vigilancia y el sueño parecen, por naturaleza, estar contrapuestos. Así se presenta en varios pasajes de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, en la parábola que tenemos delante de nosotros aparecen diez vírgenes que tenían la responsabilidad de estar listas para cuando llegase el esposo. El texto nos dice que todas comenzaron a cabecear y se durmieron. Entonces, ¿por qué se les llama a unas sabias y a otras insensatas? Porque la sabias hicieron provisión antes de quedarse dormidas. De modo cuando se les despertó no tuvieron que ir a buscar aceite. Eso es dormir vigilando.