“Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquél a quien se le perdona poco, poco ama.”
Evangelio según San Lucas 7:47
El expresidente de los Estados Unidos, Gerald Ford, trata en su libro Tiempo de Sanación, de la trágica y confusa penumbra de la presidencia de Richard Nixon. Fue claro que Nixon resultó culpable de encubrimiento en el caso de Watergate, aunque él se negó a admitirlo. Su soberbia le impidió reconocerlo. Si hubiera confesado su culpabilidad y hubiera pedido perdón al pueblo americano, probablemente lo habría recibido.
Como consecuencia, el presidente Ford tuvo que enfrentar un penoso conflicto. ¿Debía permitir que los cargos siguieran su curso y Nixon fuera procesado y condenado, o debía perdonarlo? Si hubiera optado por lo primero, el proceso hubiera durado probablemente años; tiempo que habría enturbiado la vida del país hasta su final. Por ello, se inclinó por el perdón, sintiendo que era lo mejor para la nación. Más tarde, explicó su decisión de la siguiente manera: “América necesita recuperación, no venganza.” El odio tenía que ser aplacado por el perdón, y dar paso al proceso de sanación.
La historia que recoge el acto maravilloso de la limpieza de los pies de Jesús, por parte de la mujer pecadora en ocasión de la visita de Éste a la casa de un fariseo, presenta una excelente ocasión para una lección sobre el perdón. Sucede que mientras esta mujer está realizando su acto de limpieza y devoción al Maestro, el fariseo condenaba en su mente a Jesús por permitir que una mujer pecadora estuviera entrando en contacto físico con Él. Conociendo esto, Jesús le refiere una parábola relacionada con el perdón. La misma plantea la necesidad de comprender cuán pecadores somos, cuánto necesitamos ser perdonados y cómo debemos responder al perdón recibido. En aquel escenario se presentaban dos polos opuestos relacionados al vital tema del perdón. Por un lado se presenta a una mujer reconocida por todos y por ella misma como pecadora. Ésta, una vez perdonada, expresa su gratitud mediante el acto maravilloso del lavado de los pies del Maestro. Por otro lado, el fariseo que se auto-justifica opta por condenar el acto de la mujer y a Jesús, por no reprenderla. ¿En cuál de los dos polos está usted?
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