“Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.”
Evangelio según San Lucas 2:15
En el año 1989, el reconocido cuarteto puertorriqueño de voces, Los Hispanos, grabó un disco que se llamó: Canta Mi Pueblo. Una de las canciones en ese excelente disco fue compuesta por los españoles José Antonio Olivar y Carlos Montero. El título de la canción es, En Belén, y la misma pretende presentar, (con bastante acierto), el ambiente que debió reinar en Belén, la noche del nacimiento de nuestro Salvador.
La ciudad de Belén se ubica a unos 9 kilómetros al sur de Jerusalén, y deriva su nombre del hebreo “Bet Lehem”, que significa “casa de pan”. Belén fue la ciudad donde nació y fue coronado el rey David, quien fue ancestro de José, y de quien se profetizó que habría de venir el Mesías prometido, según la profecía del libro de Miqueas 5:2, que dice: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
La noche en que Jesús nació, Lucas nos dice que Dios envió a un ángel, y también a una legión de ángeles para anunciarle a unos pastores, que había nacido el Salvador, el Cristo y Señor. El ángel les anunció que estas serían noticias de gran gozo, y el cántico de la legión angelical decía: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Luego de ésta sin igual experiencia, los pastores se dijeron unos a otros: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha acontecido, y que el Señor nos ha manifestado”. Sin lugar a dudas, en el perfecto plan de Dios, Belén jugó un papel determinante. Por tal razón, merece mirar con atención todo lo que en Belén pasó aquella noche tan trascendental. Hagamos, tal y como se dijeron los pastores unos a otros: “Pasemos, pues, hasta Belén”.