Un pastor ministraba a un hombre que creía haber cometido demasiadas maldades para que Dios le aceptara. Le pidió que visualizara su vida como un camino en el que él había abierto algunos surcos profundos. Había pecados cometidos contra otros que nunca podrían ser enmendados. Todos los caminos tienen sus dificultades, pero éste era particularmente deplorable.
Luego, le pidió que visualizara un manto de nieve cubriendo el camino que había dejado atrás. Ya no importaba cuánto fango y suciedad pudiera haber en el camino, ni cuán profundos pudieran ser los surcos o sucia la zanja, la nieve lo cubría todo. Su pasado podía quedar cubierto de la misma manera, tanto como el camino seguido por la persona cercana a él que había estado haciendo lo mejor toda su vida.
Debemos enfatizar que no estamos diciendo que no importa qué hacemos en la vida, porque Dios va a aparecer al final y va a cubrirlo todo. Evidentemente es mucho mejor tener una vida honrada y decente que vivir de una manera destructiva. La clase de vida que llevamos tiene repercusiones que continúan después que hemos sido perdonados y justificados. Lo que queremos decir es que en lo que respecta a la justicia de Dios la “buena persona” y el criminal deben recibirlo como un don, un don que cubre los pecados del pasado, sin importar cuán grandes o pequeños hayan sido.
Dios no tiene que hacer ninguna cosa “extra” para salvar a pecadores crueles y duros. Ni tampoco le resulta más fácil salvar a pecadores “decentes y respetables”. El don de la justicia de Dios -la nieve, si así lo preferimos- es capaz de cubrir el camino que es extremadamente feo, así como aquel otro por el que han transitado con cuidado. En cualquier caso, Dios tiene que hacer todo lo que es necesario, y es lo que ha hecho en Cristo Jesús.
Lecturas:
domingo, 20 de junio Mateo 18:31-35
lunes, 21 de junio Mateo 6:14-15
martes, 22 de junio Efesios 4:32
miércoles, 23 de junio 2 Crónicas 7:14
jueves, 24 de junio Marcos 11:25
viernes, 25 de junio Salmos 86:5
sábado, 26 de junio Mateo 6:12
Comments