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“No Hay Confusión”






“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Isaías 9:6


Tengo una amiga que se ríe de todos los chistes que escucha y se divierte mucho con ellos, pero según ella, no sabe hacerlos. Teniendo eso en cuenta, para molestarla, le invitamos a que nos haga alguno. Ella se niega pues sabe nuestras intenciones. Pero tras nuestras insistencias accede y nos termina contando el único chiste que ella dice que sabe: “¿Por qué mataron a Kung Fu?” Y luego, entre risas, ella contesta: Porque lo Kung- Fun- dieron.

Es muy lamentable ver que algunas personas utilicen la confusión para obtener algún beneficio o salirse con la suya. Pero, peor aún, es ver cómo hay quienes utilizan la misma para hacer daño a otros. Y no hay confusión que cause más daño al ser humano, que una que tenga que ver con la persona de Cristo. En ese aspecto debemos estar bien claros, ya que, tenemos frente a nosotros, un título mesiánico que hace referencia a Jesús. Éste para algunos puede ser confuso; y es el de llamarlo Padre Eterno. Para poder comprender esto, debemos comprender la doctrina de la Trinidad. Dios, es uno en esencia y tres en personas. Es decir, cada persona de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, aunque distintos entre ellos, son un sólo Dios. Por lo que, cuando nos referimos a Jesús como el Padre Eterno, no se está diciendo que el Hijo es el Padre; sino que, en su esencia, en su ser, el Hijo también es Dios Eterno. Y como Dios, cumple con todas las funciones de padre. Es Padre y Creador del hombre y la creación, pues en Él fueron hechas todas las cosas (Juan 1:3). Es nuestro Padre porque es quien: nos da vida espiritual, nos guía, nos guarda, nos protege, nos enseña, nos corrige, y nos ama. Y lo maravilloso de esto es que lo hace con sabiduría perfecta. Por lo tanto, nunca se equivoca y su cuidado perfecto es para siempre.

La Biblia, la Palabra de Dios escrita, nos revela esta gran verdad. Es por lo que debemos tener plena confianza y seguridad cuando ella nos habla de Jesucristo, el Hijo de Dios; pues lo muestra tal cual es. Ella nos dice que Él es Dios (Juan 1:1). Añade que el que ha visto al Hijo ha visto al Padre (Juan 14:9) y afirma que el Padre y Él son uno (Juan 10:30). Por esto y más no debe haber confusión, en cuanto al Mesías, al verdadero Cristo, al de las Escrituras; Él es nuestro Padre Eterno.


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