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Mansos, Pero No Mensos.





“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.”

Evangelio según Lucas 16:10,11

Un joven vendedor de seguros fue a visitar al distinguido gerente de una tienda por departamentos, con el fin de presentar su producto. Una vez entró a la oficina del gerente, el joven le preguntó muy tímidamente: “¿No querrá usted comprar algún seguro?” El experimentado gerente le contestó: “Mira, jovencito, permíteme preguntarte: ¿quién te enseñó sobre ventas? ¿No sabes que nunca debes hacer una pregunta cómo esa? Tu problema es que evidencias una tremenda falta de confianza en ti mismo. Dame acá esos papeles. Te voy a comprar el seguro, nada más que porque te veo muy inexperto y quiero ayudarte”.

Una vez terminó de llenar la aplicación para el seguro, le dijo al jovencito: “Permíteme darte otro consejo. Recuerda que cada cliente tiene características y necesidades distintas. Examina la posición de tu cliente. Ponte en su lugar, y luego sabrás qué clase de acercamiento vas a hacerle. ¿Lo entendiste?” El muchacho le contestó: “Sí, señor, eso es precisamente lo que hice con usted y lo que siempre hago. Y como usted puede ver, la técnica da resultados. Siempre funciona. Muchas gracias”.

En la controversial parábola del mayordomo infiel o, mejor llamada, la parábola del mayordomo astuto; Jesús ha dicho que “los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz”. Lo que el Maestro pretendía era que sus seguidores mostraran su fidelidad al Padre de una manera más astuta y adecuada. Con mucha frecuencia la gente piensa que ser cristiano es sinónimo de asumir una postura pasiva ante cada situación que se nos presenta. Si bien es cierto que la mansedumbre es una parte del fruto que el Espíritu Santo pone en nosotros, no es menos cierto que la sagacidad se convierte en una herramienta indispensable para la obtención de la meta de extender el reino de Dios en medio nuestro. Cada creyente en particular, y la Iglesia en general, tiene que enfrentar retos y desafíos nuevos, y cada vez más demandantes. Para ello hace falta ser mansos delante del Señor, pero astutos en nuestras respuestas a los retos cotidianos. ¡Que así nos ayude Dios!

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