Imaginemos a un hombre conduciendo su automóvil por la calle de una ciudad y consciente o inconscientemente pasa un semáforo en rojo. Un policía lo para y le pide su licencia de manejar. El conductor inmediatamente empieza a defenderse: “Señor policía, se que me he pasado el semáforo en rojo, pero nunca he robado a nadie, nunca he cometido adulterio, nunca he engañado en mi declaración de la renta.”
El policía sonríe y sigue llenando la hoja de denuncia, porque sabe que ninguna cantidad de obediencia puede compensar por un acto de desobediencia. La misma ley que protege al hombre obediente es la que castiga al desobediente. Presumir de que hemos cumplido con una parte de la ley mientras que quebrantamos otra disposición de la ley es confesar que somos dignos del castigo. (Hechos 15:10; Mateo 11:28-30)
Lecturas:
domingo, 5 de noviembre Mateo 22:40
lunes, 6 de noviembre Deuteronomio 6:5
martes, 7 de noviembre Levítico19:8
miércoles, 8 de noviembre Salmos 19:11
jueves, 9 de noviembre Santiago 2:8-9
viernes, 10 de noviembre Gálatas 6:2
sábado, 11 de noviembre Mateo 5:17
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