Se cuenta de un anciano cuáquero que, queriendo dar una lección a sus vecinos, puso un anuncio en un campo de su propiedad, el cual decía: “Se lo regalo a cualquiera que se sienta satisfecho.”
Un granjero rico lo leyó al pasar por allí y pensó: “Dado que mi vecino y amigo va a dar este campo, yo tengo tanto derecho a recibirlo como cualquiera. Soy rico y tengo todo lo que necesito, así que estoy calificado para recibirlo.”
Se acercó a la casa de su vecino y cuando el anciano apareció en la puerta, le explicó la razón de su visita.
-¿Se siente usted realmente satisfecho? -Preguntó el propietario del terreno.
-Sin duda que sí -respondió el granjero. Tengo todo lo que necesito y estoy plenamente satisfecho.
-Mi amigo -contestó el otro-, si usted está de verdad satisfecho, ¿Por qué quiere mi campo?
La pregunta revelaba que la avaricia estaba oculta en el corazón del granjero.
Lecturas:
domingo, 21 de agosto Lucas 12:15
lunes, 22 de agosto Eclesiastés 5:10
martes, 23 de agosto Mateo 6:19-20
miércoles, 24 de agosto Marcos 8:36
jueves, 25 de agosto 1 Timoteo 6:10
viernes, 26 de agosto Proverbios 23:4
sábado, 27 de agosto Eclesiastés 5:15
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