En la historia de Inglaterra hay un incidente que ilustra el ideal de la justicia imparcial. Un siervo del Príncipe de Gales cometió un delito, y a pesar de la influencia del príncipe el siervo fue sentenciado. Enojado, el príncipe entró en el tribunal y demandó al magistrado que librara al prisionero. El magistrado en jefe, Gascoigne, aconsejó que el príncipe llevara su petición a su padre, el Rey Enrique IV, quién quizás perdonaría al prisionero.
El joven príncipe, furioso porque el magistrado no le obedecía trató de quitarle el prisionero al alcaide y llevárselo. El magistrado en ese momento se puso en pie y con voz severa demandó que el príncipe obedeciera la ley y que pusiera mejor ejemplo a sus súbditos. Luego sentenció al príncipe por rebeldía. El joven príncipe reconoció la afrenta que había cometido contra la corte y sumiso fue a la prisión.
Cuando las noticias llegaron al Rey Enrique IV, éste exclamó "Bienaventurado el rey que tiene a un magistrado poseído del valor para administrar imparcialmente las leyes; y aún más feliz es el rey cuyo hijo se somete a su justo castigo por haberlas ofendido".
Lecturas:
domingo, 26 de noviembre Mateo 25:45-46
lunes, 27 de noviembre Salmo 75:7
martes, 28 de noviembre Hechos 17:31
miércoles, 29 de noviembre Proverbios 21:2
jueves, 30 de noviembre 2 Corintios 5:10
viernes, 1ro de diciembre 1 Pedro 4:5
sábado, 2 de diciembre Apocalipsis 20:12-13
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