“Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Evangelio según San Mateo 21:9
Un viejo Pastor fue invitado a predicarle a un grupo de trabajadores en una mina. Para llegar al lugar, necesitaba ser escoltado por un empleado que operaba un rústico elevador. Éste, que tenía un poco preparación formal y mejores condiciones de trabajo que los mineros, le acompañó y permaneció con el predicador hasta que hubo terminado su encomienda. Una vez regresaban a la superficie, el operador del ascensor le comentó al Pastor: “Admiro su trabajo. Esos pobres hombres, de quienes muy pocos se ocupan, necesitaban escuchar su mensaje”. Entonces, el Pastor le preguntó: “¿Escuchó, usted el mensaje?” El hombre le respondió afirmativamente. “Entonces, por qué piensa que ese mensaje era sólo para esos hombres?”, respondió el predicador. Finalmente, el hombre le dijo: “Creo que usted tiene razón. Por un momento llegué a pensar que el mensaje del Salvador era sólo para ellos”.
Hoy conmemoramos lo que se conoce como la Entrada Triunfal de nuestro Señor. En aquella ocasión, la multitud le aclamaba diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Lo que literalmente decían era: ¡Sálvanos ahora, Hijo de David! Pero, ¿de qué acto salvador hablaban?
Hoy, sabemos que su aclamación respondía a la expectativa político-social que albergaba el pueblo judío; ser liberados del dominio del imperio romano. Aunque sabemos que Jesús vino a cumplir otra encomienda, el clamor de la multitud encerraba una gran realidad; y es que todos necesitamos al Salvador de orden espiritual. Ellos no lo reconocieron así. Y tú, ¿necesitas al Salvador?
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