“¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
Evangelio según San Mateo 20:15-16
En una reunión que sostuvimos en días recientes, uno de nuestros hermanos se encontraba haciendo un ejercicio matemático a lápiz y papel. Como me pareció tan extraño, le sugerí utilizar la calculadora que viene integrada en el teléfono celular. Su respuesta me dejó saber que todavía hay personas que, por alguna razón, prefieren utilizar los viejos métodos, aún cuando tienen a la mano medios para facilitar los procesos. Por otro lado, recordé mis propios tiempos, cuando las calculadoras comenzaban a ser utilizadas masivamente. En dichos tiempos, los maestros de matemáticas, que procuraban que aprendiéramos a realizar los ejercicios aritméticos a la manera tradicional, solían decirnos: “Guarden sus calculadoras”.
Tal vez, usted se preguntará, ¿qué tiene que ver esto con la enseñanza bíblica? Si bien es cierto que en los tiempos bíblicos no existían aún las calculadoras, siempre han existido los ejercicios matemáticos; cuando los seres humanos encontraron modos de cuantificar las cosas. Por otro lado, la primera calculadora automática fue construida por Wilhelm Schickard en 1623.
El texto de Mateo 20:1-16 nos presenta una parábola conocida, habitualmente, como la parábola de los obreros de la viña. Nos parece que aunque este título puede llegar a enmascarar al verdadero protagonista de la misma, sí sirve para retratar nuestra humana tendencia a cuantificar nuestras buenas acciones. Lo cierto es que cada vez que lo hacemos, nublamos una de las más básicas e importantes doctrinas bíblicas. Nos referimos a la doctrina de la soberana gracia divina. En la parábola se presenta a un padre de familia que sale a contratar obreros para su viña, en distintos momentos del día, y al final, decide recompensar a todos con la misma paga. Cuando los primeros obreros, con los cuales se había acordado un pago adecuado, ven la manera en que los demás obreros reciben la misma recompensa; parecen sacar sus calculadoras, esperando recibir más que los demás. Entonces, el padre de familia les deja saber que la gracia no está sujeta al cálculo humano. La gracia divina es soberana.
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