“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
Evangelio según San Marcos 8:36
Recuerdo que mi padre me contó una historia que, según él, sucedió en cierta reunión de padres en la escuela elemental donde estudié. Resulta que luego de un tiempo en el que los padres expresaron sus quejas con respecto a los maestros, la conversación comenzó a girar en torno al tema de las calificaciones de los hijos. Unos decían: “Todas las notas de mi nena son Aes”. Otro contestó: “Mi nene aumentó las notas. Antes tenía dos Aes y ahora tiene cinco”. Luego, uno de los padres, que se había mostrado bastante parlanchín hasta que entraron en el tema de las calificaciones, dijo: “Pues, mi hijo también aumentó las notas. Antes tenía una D y ahora tiene cinco”.
Pienso que el deseo de competir es algo que está muy arraigado en el comportamiento humano. Nadie se complace con perder. A todos nos encantaría ganar todo el tiempo. Creo que estamos dispuestos a perder, sólo si podemos ganar algo con ello.
El Maestro reflexionó con un grupo amplio de seguidores suyos sobre este particular. No sólo en el pasaje de Marcos 8, sino también en otras instancias, Jesús reveló que en su reino el tema del ganar o perder tenían gran preponderancia; sólo que, no de la misma manera en la que el ser humano tiende a verlo. Jesús enseñó que lo más preciado, la salvación del alma se obtiene de manera gratuita. También dijo que no tiene ningún valor ganar el mundo entero, si con ello perdemos el alma. Visto desde esa perspectiva, la vida cristiana requiere recibir dones inmerecidos y asumir pérdidas necesarias. ¡Que Dios nos ayude a entenderlo!
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