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Entre dos aguas.



“Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; Yo soy, no temáis!”


Evangelio según San Mateo 14:27


Se dice que existen animales que tienen dos cabezas. Algunos de éstos, como las serpientes, los lagartos y los cocodrilos, comparten un solo cuerpo, pero sus cabezas funcionan de manera independiente. De esa forma, se puede apreciar cada cabeza compitiendo con la otra por obtener su propia comida.

Por otro lado, la ficción ha sido capaz de crear un lagarto con dos cabezas, cada una en los extremos opuestos de su cuerpo. Cada cabeza funciona de manera independiente. El problema surge por el hecho de que comparten un mismo cuerpo. Entonces, cuando una cabeza quiere ir en una dirección pero la otra cabeza opta por ir en otra dirección, el cuerpo responde en direcciones opuestas, resultando en un esfuerzo vano, que no lleva a ningún lugar.

Esto sirve para ilustrar el fenómeno que se genera cuando pretendemos movernos en dos aguas: no vamos en ninguna dirección. Hacemos esfuerzos por adelantar, pero, en efecto, no avanzamos en lo absoluto. La historia que narra la aparición de Jesús caminando sobre las aguas, mientras sus discípulos luchaban contra la tempestad, sirve para ilustrar la realidad de que muchas veces los seguidores de Jesús batallamos entre dos aguas. Tal como aquellos discípulos, los creyentes nos movemos cotidianamente entre las aguas de la fe y la desconfianza. Tal como Pedro, condicionamos nuestra obediencia a Dios cuando le decimos: “Si eres Tú, manda que yo vaya a Ti sobre las aguas”. Por otro lado, también podríamos darle crédito a sus promesas y optar por obedecerle sin cuestionarle y vivir confiadamente. Debemos recordar las palabras de Jesús, cuando dijo: “¡Tened ánimo; Yo soy, no temáis!” ¿Qué tal sería si dejamos de andar entre dos aguas?

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