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El Problema Mayor



Y Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?

Evangelio según San Marcos 4:38


Desde el fin de semana pasado, hemos estado consternados con los acontecimientos ocurridos en nuestro país con relación a la violencia. Y dentro de todos los casos se ha resaltado uno, el de la joven embarazada y el boxeador. Traigo este caso a colación, porque mientras reflexionaba en la semana sobre el mensaje que iba a presentar, veía algo bien interesante que se puede aplicar al estudio del pasaje. Y es, el ver cómo, cuando los seres humanos tomamos la decisión de resolver los problemas por nuestras fuerzas y nuestros deseos, encomendándonos únicamente a nuestras voluntades, sin contar con Dios, ni su Palabra, no nos percatamos que lo único que esto nos puede traer son problemas mayores.

Luego de Jesús enseñar a las multitudes y a sus discípulos mediante parábolas principios fundamentales del Reino de Dios por varios días, les dice a sus discípulos que vayan al otro lado del mar de Galilea, tal vez para descansar de las multitudes. En medio del trayecto se desata una gran tempestad. Imagino la actitud, el desespero, la frustración y el miedo de los discípulos a morir tras intentar lo imposible con sus propias fuerzas y no poder mantener el control de la barca. Además de ese sentimiento de decepción y desilusión pues veían que su Maestro dormía. Por lo que, lo levantan y hasta le reclaman pues ellos esperaban que Jesús actuase como ellos y se preocupara de igual manera. A lo que Jesús demuestra su poder y autoridad calmando la tempestad y callando las aguas. Reconociendo que eso era un acto que solo podía ser obra de Dios mismo, Los discípulos sintieron gran temor pues estaban ante la misma presencia de Dios y se preguntaban ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen.

¿Cuál era el problema mayor? Creo que no era el mar, la tormenta, la barca, ni siquiera el que Jesús durmiera. El problema mayor era la falta de fe. Ellos tenían la promesa de llegar al otro lado, deberían confiar que esa era su garantía. Si el plan de Jesús era llegar al otro lado, nada ni nadie frustraría ese plan. El problema mayor consiste en no confiar en el único que puede salvarnos y por lo tanto, querer tratar de salvarnos a nosotros mismos, incluso pretendiendo que Dios trabaje a nuestra manera, a nuestro ritmo, y sometido a nuestra voluntad, cuando debe ser todo lo contrario. Dios es Dios, nosotros sus criaturas. ¿Así lo conoces tu?

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