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El Principe De Paz Verdadera






“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”


Evangelio según San Lucas 2:13-14

Nos encontramos en el punto más cercano a la celebración del cumplimiento de la promesa del Padre. Hemos transitado a través de la profecía hecha por medio del profeta Isaías, con respecto a los títulos con los que sería llamado el Mesías de Dios. Hoy, llegamos al cuarto y último de estos títulos: “Príncipe de Paz”.

Las Sagradas Escrituras registran muchas profecías de carácter mesiánico. La que hemos estado estudiando durante las pasadas semanas apunta en dirección a los diferentes títulos adjudicados al Mesías que habría de venir. Cabe destacar que todos ellos encarnan una visión encarnada de algunos de los atributos de Dios. Por lo tanto, resulta básicamente obligado concluir que ese Mesías sería Dios mismo encarnado. De ahí, obtenemos la interpretación que la Iglesia ha dado históricamente a esta profecía, adjudicándola única y exclusivamente a Jesús.

Cuando miramos el cuarto y último título, Príncipe de Paz, nos damos cuenta de que es un título algo contradictorio. El concepto de príncipe era asociado fundamentalmente con el rol de un militar. Por lo tanto, su función era conquistar por medio de la fuerza de los ejércitos y las armas. Sin embargo, vemos cómo este título está acompañado de un adjetivo que describe y establece el carácter del ejercicio de ese principado. Vemos, pues, que éste no sería un Príncipe común y corriente, sino uno de paz.

Conectémonos, ahora, con el coro angelical que acompañó el anuncio hecho a los pastores, la noche del nacimiento del Mesías prometido. Éste decía: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” ¿Qué tipo de paz anunciaba aquella multitud de huestes celestiales? La paz que anunciaban era la paz del Mesías-Príncipe, el Hijo eterno de Dios. La paz que según sus propios labios es muy distinta a la que el mundo puede ofrecer, por la sencilla razón de que es la paz de Él. La paz verdadera proviene sólo del Príncipe Verdadero; el que conquistó al reino de la muerte.

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