“Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Evangelio según San Lucas 14:24
Después de su conversión al cristianismo, el maniqueo Agustín de Hipona, se entregó de lleno al profundo estudio de la teología. Deseando penetrar la doctrina de la Trinidad, se retiró a las playas mediterráneas para estudiar, a solas, el tema que tanto lo obsesionaba. Un buen día, mientras se paseaba por la playa, ensimismado y absorto, se fijó en un pequeñín que jugaba en el lugar. Vio al chico ir y venir, una y otra vez, del mar hasta un hueco que había cavado en la arena. Lleno de impaciencia, Agustín se acercó al pequeño y le preguntó qué hacía. El niño le respondió que quería echar el mar dentro de aquel hoyo. Con gran asombro, Agustín le respondió: “Necio. ¡Eso es imposible!” La leyenda dice que el niño le respondió: “Más necio eres tú; tratando de encerrar la grandeza de Dios en tu mente estrecha”.
Creo que esta historia representa una magnífica lección para todos aquellos que pretendemos entender los inescrutables planes y propósitos de Dios. La realidad es que la mente finita del ser humano nunca llegará a entender todos los misterios de Dios.
El texto de Lucas 14, para el día de hoy, nos presenta una parábola que Jesús contó en una ocasión en la que el Maestro entró a comer en la casa de un gobernante, que era fariseo, un día de reposo. Estando allí, sanó a un hombre enfermo y luego, procedió a enseñarles por medio de dos parábolas relacionadas entre sí. La segunda de ellas es la que nos ocupa hoy. Ésta es conocida como la parábola del gran banquete. Allí se presenta a un hombre que preparó una gran cena, y convidó a muchos. Luego de la invitación original, los convidados recibieron la visita expresa del siervo del hombre que había preparado el gran banquete. Sin embargo, estos invitados comenzaron a excusarse, rechazando así la invitación. Entonces, sucede algo realmente inesperado. El hombre o padre de familia hizo traer a todo tipo de personas, ninguno de los cuales había recibido la invitación original. Entonces, por medio de esta parábola, Jesús deja muy en claro que el plan de Dios nunca fracasa. Aún el rechazo de los primeros invitados estaba contemplado dentro del perfecto plan divino. ¡Que Dios nos ayude a entenderlo y apreciarlo!
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