Jorge Muller, de Bristol, Inglaterra, se hizo famoso por la atención que prestó a los niños huérfanos. Construyó un hogar para niños donde se refugiaron y educaron cientos de ellos. Fue proverbial su fe y vida de oración. Una vez los niños del orfanato se reunieron alrededor de las mesas como de costumbre para desayunar, pero esta vez sólo había sobre las mesas cucharas, platos, y jarras vacías, pues no tenían nada para comer.
“Demos gracias a Dios por lo que vamos a recibir.” Todos inclinaron sus cabezas con reverencia. Apenas habían terminado de orar cuando llamaron a la puerta. Era el lechero, cuyo carro se había averiado a la puerta del orfanato y el buen hombre entendió aquello como una indicación de parte de Dios de que debería dejar allí la leche para beneficio de los niños. Mientras descargaba la leche llegaron de la panadería con una partida de pan que había salido defectuoso y no lo podían vender, pero que estaba en perfectas condiciones para comer. De esta manera, aquellas docenas de niños comieron aquel día.
De mil maneras se mostró en la vida y ministerio de Jorge Muller el poder de la fe, de la oración y la provisión de Dios en su vida y en la de aquellos niños.
Lecturas:
domingo, 28 de julio Mateo 14:15-16
lunes, 29 de julio Nehemías 9:20-21
martes, 30 de julio Filipenses 4:19
miércoles, 31 de julio Mateo 6:26
jueves, 1ro de agosto Juan 21:4-6
viernes, 2 de agosto 2 Corintios 9:8
sábado, 3 de agosto 1 Timoteo 6:17
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