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Cuando Bajar Es Más Difícil




“Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para Ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía”.

Evangelio según San Lucas 9:33


Hay un refrán que dice: “Todo lo que sube, tiene que bajar”, como dando por sentado que la bajada es un acto seguro. Incluso nos da a entender que es un acto más sencillo y fácil. Cosa que podemos comprobar si hacemos el ejercicio con una escalera, por ejemplo. La pregunta es ¿será siempre así? o ¿habrá momentos donde el bajar no sea tan sencillo como se piensa?

En el capítulo 9 del evangelio según Lucas, han surgido varias interrogantes sobre quién es Jesús. Herodes se hacía la pregunta, me imagino que las multitudes también, al ver las maravillas que Jesús realizaba. Por lo que, Jesús mismo le pregunta a los discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” -Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. -respondieron. Sin embargo, Pedro, lleno del Espíritu, contestó: “El Cristo de Dios.” Una respuesta que no tardó mucho en ser confirmada. Una semana después, al subir al monte a orar con tres de sus discípulos, algo maravilloso sucedió. El rostro de Jesús cambió y sus ropas resplandecían como el sol, con una luz que no procedía de ningún otro lado, sino que emanaba de su propio ser. El Señor se mostró tal cual era desde la eternidad. Por unos instantes, Pedro, Juan y Jacobo presenciaron la gloria del Hijo de Dios y de su reino, pues Moisés y Elías estaban a Su lado. Y hasta la misma presencia de Dios los cubría a todos en una nube, desde donde se oyó la voz de Dios decir: “Este es mi Hijo amado; a Él oíd.” Una experiencia que Pedro y tal vez los demás no quisieran que acabara, pues Pedro propone quedarse allí por un tiempo indefinido queriendo construir tres enramadas. Pero, no podían quedarse allí, había que bajar del monte, aunque la bajada fuera difícil. Jesús iba camino a la cruz y los discípulos debían volver al mundo y ser testigos de esta gran verdad para llevar a todos el verdadero mensaje de salvación por medio de Jesucristo.

El reino de Dios lo comenzamos a vivir aquí; en el hoy y ahora. ¡Que maravilloso es poder adorar y glorificar al Señor! y sentirnos que estamos “allá arriba” en la gloria del Hijo amado de Dios. Pero en esa misma afirmación, Dios nos da un mandato, “a el oíd” y por consiguiente obedecer. Siendo transformados por el Señor, y partícipes de su reino, debemos no solo quedarnos en la experiencia, sino exponerla y compartirla para que muchos más sean traídos a Su reino y proclamen que ¡Jesucristo es el Señor!

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