“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.
Proverbios 3:5-6
¿Ha escuchado, usted, el siguiente refrán?: “Si por fiar tengo amigos y los pierdo por cobrar; para evitar enemigos, lo mejor es no fiar”. Otro reza así: Si doy a la ruina voy; si fío aventuro lo que es mío; si presto, al pagar pone mal gesto. Para evitar todo esto, ni doy ni fío ni presto”. Otro más lee así: “El que presta dinero a un amigo, pierde el dinero y al amigo”.
De esta manera, podríamos continuar citando refranes o dichos populares vinculados a la acción de prestar. Y no continuamos porque la lista es larga. Sin embargo, podríamos concluir que la inmensa mayoría de ellos no adjudican valor positivo al prestar ni recomiendan que prestamos, incluso a personas muy allegadas a nosotros.
Por otro lado, ¿qué tal si les dijera que el secreto para nuestra felicidad se encuentra en desarrollar nuestra capacidad de fiar? ¡Que nadie se asuste! ¡No les vamos a pedir fiado! Lo que sí queremos hacer es presentarles a Alguien en quien no sólo podemos fiar, sino que también establece como requisito para nuestro mejor bienestar, que fiemos plenamente en Él.
El texto para esta mañana nos llega del Libro de refranes bíblicos, mejor conocido como Proverbios. Los primeros tres capítulos se refieren al propósito de los mismos, la excelencia de la sabiduría y la exhortación a la obediencia. Todo esto se hace desde la perspectiva de un padre que aconseja a un hijo. Los primeros versículos de este tercer capítulo exhortan a obedecer los mandamientos. Entonces, le ofrece las siguientes indicaciones: “Fíate de Jehová de todo tu corazón; y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”. Ahí radica el secreto para enfrentar la vida: Fiar en Dios y no en nosotros, y reconocerlo a Él en TODO. TODO lo demás está en sus seguras manos. Ahora preguntamos: ¿Quién está dispuesto a fiar?
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