Al inicio del año escolar, la mayoría de los profesores hacen una etiqueta con el nombre de cada estudiante de la clase. El profesor lo hace para ayudar a los estudiantes de la clase a aprenderse los nombres de los demás.
Algunas personas dicen que no hay sonido más dulce que el sonido de nuestro nombre. ¿No te hace sentir bien cuando alguien recuerda tu nombre?
Hasta Dios sabe tu nombre. Los nombres son importantes para Él. De hecho, en la Biblia, podemos ver las muchas veces, en las que Dios llamó a alguien por su nombre. En Éxodo, Dios llamó a Moisés desde el interior de la zarza ardiente. En Lucas, Jesús llamó a Zaqueo por su nombre, y le dijo que bajara del árbol. Dios llamó a Pablo “Saulo”, su nombre dado, antes de que se convirtiera en un creyente, y luego lo llamó Pablo.
Hoy día el Señor sigue llamando. Y nos llama, a cada uno, por nuestro nombre con un gran propósito. En primer lugar, nos llama para salvarnos. Estábamos perdidos y Él, tomando la iniciativa, nos buscó, nos halló y nos salvó. También nos llamó para que seamos distintos. No somos perfectos, somos perdonados y nos apartó para servirle. Por último, nos llamó para ser sus beneficiarios. Nos ha dado privilegios, honores y nos ha hecho sus representantes aquí en la tierra. Por Su gracia y misericordia somos embajadores del reino de Dios.
¡Qué maravilloso el reconocer que Dios nos ha llamado a tener comunión, a gozar de esa comunión y a participar de esa comunión con Jesucristo!
Lecturas:
domingo, 21 de enero Juan 1:43
lunes, 22 de enero Romanos11:29
martes, 23 de enero 2 Timoteo 1:9
miércoles, 24 de enero Filipenses 3:14
jueves, 25 de enero 2 Tesalonicenses 1:11
viernes, 26 de enero Hebreos 3:1
sábado, 27 de enero 1 Tesalonicenses 2:12