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Ante Todo, No Temas.



“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar;”

Evangelio según San Mateo 10:28


¿Cuántos no recuerdan de pequeños haber apagado la luz en alguna habitación y enseguida salir corriendo hacia un lugar “seguro” e iluminado? Existen en la vida muchas cosas que nos pueden causar miedo o temor. Por ejemplo: la soledad, el rechazo, el perder a un ser querido y hasta la propia vida, pueden ser motivos suficientes para ello. Pero, para muchos, la oscuridad puede ser la primera causa para el miedo, pues es motivo de incertidumbre, inseguridad, entre otros.

Según los estudiosos, en la Biblia hay un consejo que se repite más de 350 veces; aproximadamente uno por cada día del año, y el mismo es: “no temas”, “no temáis” o “¿por qué teméis?”. En un mundo y en una época dominada por la ansiedad y el temor, Dios nos dice en sin número de ocasiones y de diferentes maneras que no tengamos miedo. En especial a los seguidores y discípulos de Jesús. Ser discípulo de Jesús no es sinónimo de llevar una vida fácil. Los profetas del pueblo de Israel sufrieron persecución, Jesús sufrió crucifixión y muerte, y los primeros cristianos también. Por lo que, todo discípulo de Jesús, hasta en nuestros tiempos, pueden esperar ser tratados de la misma manera. Por ello, Jesús nos da tres razones para no temer. En primer lugar: porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado. Es decir, que Dios aclarará lo oculto de las tinieblas y expondrá a quienes hacen maldad y conspiran en secreto; mas vindicará a los leales. En segundo lugar, no debemos temer porque nuestros oponentes tienen poder limitado. Sólo pueden matar el cuerpo, que algún día morirá de todos modos. Ellos no tienen poder sobre el alma, eso sólo lo tiene Dios Y la tercera razón para no temer es el amor compasivo de Dios. A Dios le importan hasta los pequeños pajarillos y como dice el himno: “si Él cuida de las aves, cuidará también de mí”.

Ante todas las adversidades que nos pueda traer el ser un seguidor y un discípulo de Jesús, debemos mantenernos firmes, responder como el Señor quiere y obedecerle en la misión a la que hemos sido llamados. Pues tenemos la promesa de Jesús de que, si permanecemos fieles, Él nos reconocerá delante del Padre en el cielo. Por tanto, ante todo el rechazo, persecución, amenaza, soledad y muerte que podamos recibir por ser discípulos de Jesús, NO TEMAS, Él está contigo.

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