Tengamos menos peleas.
-No necesitas la primera frase, puedes omitirla. -dije a mi esposo después de leer la carta que me había dado para corregir.
-No, creo que si es necesaria -razonó él.
-No tiene sentido -repliqué yo.
-Si que lo tiene. Lo que pasa es que no la has leído bien.
-Eres muy testarudo -le grité.
-La obstinada eres tú -me dijo él.
-Tu pediste mi opinión y luego te ofendes cuando no estoy de acuerdo -le chillé.
Allí estábamos los dos. La nariz de cuarenta y tres años de mi marido presionando la mía de cuarenta. Los dos actuando como críos pequeños. Ninguno estaba dispuesto a ceder. Así terminamos con la cabeza bien caliente y el corazón muy frio.
¿Se quedó la frase en la carta? ¿Quién se acuerda de eso? ¿Qué importa? Nuestra ridícula pelea me ayudó a darme cuenta de cuan a menudo rehusamos reconocer posibles errores, incluso con Dios. Cuando al fin me arrepiento, su amor cubre mi multitud de necesidades y me lleva a mirar hacia cosas mejores.
Lecturas:
Domingo, 30 de agosto Génesis 32:22-31
lunes, 31 de agosto 2 Corintios 10:3-6
martes, 1 de septiembre Efesios 6:10-13
miércoles, 2 de septiembre Romanos 13:11-14
jueves, 3 de septiembre Gálatas 5:16-18
viernes, 4 de septiembre 1 Pedro 2:11-12
sábado, 5 de septiembre 1 Timoteo 6:11-12