Del dicho al hecho hay mucho trecho.
Dos automóviles se encontraban parados, uno detrás del otro, ante una luz roja de un semáforo. El de atrás empezó a tocar la bocina y el de adelante interpretó que le instaban a que emprendiera la marcha. Pero al ver que la luz continuaba roja o se movió. Por el contrario, el de atrás cada vez insistía más con su continuo toque de bocina.
Sin poder contenerse más y rojo por la indignación y el enfado, el primer automovilista se bajó de su auto y se dirigió con cara de pocos amigos al otro.
-¡Ciego! ¡Necio! ¡Es que no ve la luz roja!
-Si, pero como usted tiene ahí en su automóvil ese letrero que dice “Si conoces y amas a Cristo toca la bocina”, yo estoy haciendo lo que usted sugiere.
El primer automovilista, ahora rojo, pálido, y de todos los colores por la vergüenza de su olvido y de su comportamiento, se retiró silenciosamente y emprendió la marcha.
¡Qué fácil es poner carteles, que difícil vivir lo que pregonamos!
Lecturas
domingo, 15 de julio Santiago 3:1-12
lunes, 16 de julio Juan 15:1-17
martes, 17 de julio Romanos 8:1-11
miércoles, 18 de julio Eclesiastés 7:19-25
jueves, 19 de julio 1 Juan 1:5-10
viernes, 20 de julio Gálatas 5:5-16
sábado, 21 de julio Romanos 7:7-25