“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
Efesios 4:22-24
Una vez más nos encontramos ante la alegría y el albor de un nuevo año que comienza. Un acontecimiento que vez tras vez nos causa mucha emoción y expectativa. Para muchos significa un nuevo comienzo; una nueva oportunidad para dejar atrás todo lo malo y olvidar todo lo que nos causó daño, dolor o malestar. Otros lo ven como un volver a comenzar desde cero. Todo esto, con la esperanza de que el año que acaba de comenzar sea mucho mejor. Es por lo que, para cumplir con ello, comenzamos el año con resoluciones. Es decir, con promesas de cambios positivos en la vida. Por tal razón, nos proponemos metas a corto plazo que esperamos cumplir a lo largo del año para lograr ese gran deseo de cambio y de cada día ser mejor. Decimos: “Este año voy a ir al gimnasio… este año voy a comenzar la dieta… voy a cuidar mi salud… voy a economizar dinero… voy a leer y a estudiar más…” y por ahí podemos seguir añadiendo. Pero ¿realmente nos ponemos a la tarea de cumplir con dichas metas para lograr un verdadero cambio, o sólo se quedan en promesas vacías hechas por la emoción de la ocasión y las dejamos en el olvido? ¿Será realmente necesario un cambio radical en nuestras vidas?
En su carta a los Efesios, Pablo exhorta a los cristianos de Éfeso y a nosotros también que, como cristianos debemos entender y creer por fe que, en Cristo y por Su sacrificio, hemos muerto a la vieja criatura y somos libres de pecado y condenación. Por tanto, en Cristo, hemos sido hechos nuevas criaturas. Y por ello, ya no debemos vivir de acuerdo con nuestra pasada forma de ser. No debemos andar como el mundo anda. No debemos andar en odio, en amarguras, en pleitos, infidelidades, chismes, envidias, etc. (la lista es larga). Debemos tener un cambio radical; debemos despojarnos del viejo hombre. Es decir, despojarnos del pecado; tanto en conducta, como en deseos. Y aprender a vivir bajo los estatutos de Dios, bajo las leyes de Su reino. En otras palabras, debemos vestirnos a la imagen de Dios, para cada día parecernos más a Cristo, para cada día ser más como Cristo.
Hoy, al comienzo de este nuevo año, es un buen momento para reflexionar si hemos hecho cambios significativos en nuestra vida. Podemos tener resoluciones para este nuevo año que comienza; muchas se cumplirán, otras no, pero hay una resolución que no es solo para el año sino para la eternidad. Si has reconocido a Cristo como tu único y suficiente Salvador demuéstralo al mundo entero; despójate del viejo hombre y vístete del nuevo. Esa es la mejor resolución de nuevo año que podemos hacer.
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