Min.: Padre nuestro, en un día como éste, cuando examinamos las hermosas parábolas de la oveja y la dracma perdidas...
Con.: Ayúdanos, Señor, a reconocer que tal como ellas, nosotros también anduvimos perdidos.
Min.: Bondadoso Padre, en ambas parábolas, tanto el pastor de la oveja como la dueña de la dracma, buscaron afanosamente hasta encontrar su oveja y su moneda perdidas.
Con.: Ayúdanos, Señor, a apreciar tu gran amor y tu gracia, al buscarnos y encontrarnos en medio de nuestra perdición.
Min.: ¡Con cuánto gozo se celebró la recuperación de la oveja y de la moneda que se habían perdido!
Con.: Ayúdanos, Señor, a celebrar con el desbordante gozo y regocijo con el que festejaron aquellos dos personajes de estas dos hermosas parábolas.
Min.: Buen Padre, hoy queremos pedirte que nos perdones por no habernos colocado en el lugar de la oveja y la dracma perdidas, y por no haberte acreditado TODA la acción en esa maravillosa gesta de búsqueda, encuentro y celebración gozosa.
Todos: Guíanos, Señor, en una reflexión seria, profunda, gozosa y transformadora. En el nombre de JESÚS te lo imploramos. ¡Amén!
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