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Foto del escritorIgl. Presbiteriana Westminster

Oración Comunal de Acción de Gracias:




 “Señor, nos acercamos a Ti para derramar ante tu presencia los sentimientos de gratitud que se nos agolpan en el corazón.

 

 Gracias te damos por el don de la vida que nos concediste y por este bello mundo en el que nos has colocado. Gracias por el espacio infinito que en voces de insondable misterio saluda tu nombre, y gracias por el breve espacio que sirve de camino a nuestros pasos.

 

 Señor, gracias por el día pletórico de luz, por la brisa que nos toca y por el aroma y color de las flores. Gracias por el mar, arrogante en su fuerza y sumiso a los límites que le impusiste. Gracias por ese cielo azul que nos cobija y por la lluvia refrescante que salpica nuestro rostro.

 

 Gracias, Señor, por la familia: los chicos retozones que nos llenan de risa el alma y los ancianos venerables que nos fabrican generosidades en el corazón. Gracias por los padres jóvenes, impacientes y fogosos; pero cargados de ternuras, y por  los padres ya mayores, quienes han visto crecer a sus hijos y se ierguen por la satisfacción de saberles felices.

 

 Gracias por los abuelos, consentidores y cómplices de las travesuras de los nietos; pero seres sabios y nobles, que nos enseñan desde el sitial de las experiencias los caminos que más nos convienen.

 

 Señor, gracias por la salud y la fortaleza física, la agilidad de la mente y la capacidad para aprender; pero gracias también, por nuestra conciencia, tribunal de nuestras acciones, y por nuestra vida espiritual, fuente de la que manan los ideales mejores y los más dignos comportamientos.

 

 Gracias, Señor, por el don de la fe. Gracias, porque por medio de ella vemos destellos de luz en la más densa tiniebla y prospectos de paz en los más áridos conflictos. Gracias porque confiando en Ti somos más fuertes que las pruebas, más firmes que las tentaciones y más estables que las variantes circunstancias de cada día.

 

 Gracias, Señor, aún por el dolor. Porque el quebranto es el cincel que modela nuestros caracteres y son las lágrimas el bálsamo que purifica nuestro semblante. Gracias por las frustraciones que no nos humillan y por las decepciones que no nos amargan.

 

 ¡Gracias porque cada traición humana y cada deslealtad en otros, nos llevan a confiar más plenamente en Ti, y Tú, Señor, jamás fallas ni nuncate escondes!

 

 Gracias porque hoy, en un ambiente de libertad, sin excesos que nos abrumen, pero sin escaseces que nos atormenten, podemos reunirnos alrededor de nuestra mesa y proclamarte, al unísono y en paz, como nuestro único Señor y Dios.

 

 Gracias, Padre nuestro. En el nombre de Jesús, ¡Amén!

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