Ministro: Hermanos todos, pueblo de Dios, hoy nos reunimos convocados por la irresistible voz del Señor, que nos convida para adorarle y para escuchar lo que tiene que decirnos. Tomemos esta oportunidad para hablar con Él y reflexionar sobre su llamado y nuestras respuestas al mismo.
ORACIÓN DE REFLEXIÓN SOBRE EL LLAMADO DE DIOS:
Padre: Acudimos a tu grata presencia de manera libre y voluntaria, porque Tú nos has concedido este sin igual privilegio.
Tú llamaste a tu siervo Abraham, a quien escogiste. Le sacaste de tierra pagana porque quisiste revelarle tu amor y tu misericordia. Lo llamaste de manera soberana, misericordiosa e irrevocable.
Padre: En tu santa voluntad, también has llamado a cada hombre y mujer a quienes determinaste llamar, según tu soberana elección, antes de la fundación del mundo.
Has llamado a hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos. Has llamado a gente piadosa, pero también a gente que ni siquiera te conocía. Has llamado siempre tal como a Abraham, de manera soberana, misericordiosa e irrevocable.
Padre: Tu Bendita Palabra nos dice que llamaste a las personas de diferentes maneras. A unos con voz audible, a otros a través de un fuerte impulso interno y a muchos por medio de la invitación de otras personas.
Pero, lo que es cierto en todos los casos es que siempre eres Tú quien llamas a los tuyos. Por otro lado, también es cierto que el llamado común es a conocerte, seguirte y servirte. Hoy te damos gracias por Jesús, el mayor reclamo de tu llamado, y en cuyo nombre oramos. ¡Amén!
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