Min.: A lo largo de su vasta trayectoria, la Iglesia del Señor ha tenido la oportunidad de reflexionar sobre muchos aspectos vitales en el desarrollo de la doctrina cristiana. Uno de ellos tiene que ver con el lugar que debe ocupar la oración en la vida de cada fiel creyente. Les invitamos a tomar unos instante para afirmar la fe de la Tradición Reformada con respecto a este tema tan importante.
AFIRMACIÓN CONGREGACIONAL DE NUESTRA FE:
Min: “Dios, en efecto, no nos prohíbe que insistamos en la oración por mucho tiempo, una y otra vez y con gran afecto;
Con.: lo que nos enseña es que no confiemos en que obligamos a Dios a concedernos lo que pedimos, importunándolo con excesiva locuacidad,
Min.: como si Él pudiese cambiar y dejarse convencer con nuestras razones, como si fuese un hombre.
Con.: Mas, como el fin de nuestra oración es que nuestro espíritu se eleve hasta Dios para bendecirlo y pedirle socorro, se puede comprender por ello que lo principal de la oración radica en el corazón y en el espíritu;
Min.: o, mejor dicho, que la oración propiamente no es otra cosa que este afecto interno del corazón que se manifiesta delante de Dios, quien escudriña los corazones.
Con.: Esa es la causa por la que nuestro celestial Doctor, Cristo, queriendo establecer una ley perfecta de oración mandó que entremos en nuestro aposento y allí, cerrada la puerta, oremos al Padre que está en secreto, para que nuestro Padre que ve en lo secreto, nos recompense.
Min.: Palabras con las que, a mi parecer, nos enseñó que hemos de buscar un lugar apartado que nos ayude a entrar en nuestro corazón, prometiéndonos que estos afectos de nuestro corazón serán bendecidos por Dios, de quien nuestros cuerpos deben ser templos.
Todos: No sin razón el mismo Señor, queriendo entregarse a la oración, se retiraba del tumulto de los hombres a un lugar apartado”.
(Institución de la Religión Cristiana, Libro III, Cap. XX, Secc. 29.2ª)
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