De la única manera posible.

“Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió no lo trajere; y Yo le resucitaré en el día postrero.”

Evangelio según San Juan 6:44

Cada vez que leo un pasaje como el que el que nos acompaña en la mañana de hoy, o alguno con un contenido similar, suelo recordar una vieja historia con la que una vez me encontré. La misma relata la experiencia vivida por un creyente que se encontraba escuchando una charla sobre el tema de la iniciativa divina y el esfuerzo humano, en torno a la salvación. El conferenciante, que había expuesto su punto de vista, que afirmaba la capacidad intrínseca que tiene el ser humano para escoger y buscar a Dios colaborando así con su salvación; concluyó invitando a los presentes a reaccionar.

En respuesta a la invitación, un hombre levantó la mano y comentó en voz alta: “En mi caso, lo que yo hice fue huir de Dios; y el Señor fue quien me buscó, me halló y me atrajo hasta Él. Nos parece que esta sencilla respuesta resumía muy bien el punto de vista contrario a lo que el conferenciante acababa de exponer. De hecho, debemos reconocer que la mayoría de las iglesias evangélicas hoy en día enseñan que el ser humano es capaz de buscar a Dios y obtener su salvación. Sin embargo, la Escritura enseña que, “No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. (Romanos 3:11b-12)

Algo así, procuraba enseñarle Jesús a la gente que lo “buscaba”. Les dijo: “El que a Mí viene, no tendrá hambre”. Pero también les dijo: “Ninguno puede venir a Mí, si Padre que me envió no lo trajere; y Yo le resucitaré en el día postrero”. Entonces, ¿quiénes vendrán a Él? La respuesta bíblica es que, vendrán a Él todos aquellos que el Padre le ha dado, que son aquellos que el Padre mismo se encarga de traer hasta Cristo. Esa no es una opción entre muchas otras. Esa es la única manera posible. ¡Demos, pues, gloria a Dios!