“Y el hombre… le rogaba que le dejase estar con Él; pero Jesús le despidió, diciendo: vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.”
Evangelio según San Lucas 8:38-39
Cuando era niño, una de las quejas que los maestros, muy a menudo, le daban a mi mamá al visitar la escuela, era que yo hablaba mucho en clases. Le decían: “Es que, ese muchacho es un picoreto”. Y es que, recuerdo, me gustaba hablar y compartir todo lo que me sucedía. Si veía una película, la contaba. Si paseaba el fin de semana, lo contaba. Si recibía algún regalo, lo contaba. Y así sucesivamente con todo lo que me pasaba y me gustaba. Esto, porque, entendía yo, había algo más allá que vivir la experiencia. Tenía la necesidad de contarla, que otros supieran lo que había hecho o me había pasado; para que, de cierta forma, ellos conocieran, disfrutaran y se gozaran conmigo.
En un momento dado, Jesús y sus discípulos, se embarcan hacia la otra orilla del lago y arribando en la tierra de los gadarenos, lugar habitado por gentiles y paganos, sale a su encuentro un hombre endemoniado al cual poseían múltiples espíritus malignos. Éste, por su condición, sufría de una vida desdichada y sin dignidad; viviendo desnudo y en los sepulcros, alejado de toda civilización. Pero, por la gracia de Dios, este hombre queda libre de toda maldad y restaurado totalmente, al Jesús expulsarle la “legión” de demonios que en él habitaban. Sin embargo, la gente de aquel lugar se espantó, al enfocarse, no en lo que Jesús había hecho con aquel hombre, sino al ver cómo los cerdos se lanzaban por el despeñadero y se ahogaban en el lago. Por lo que, le piden a Jesús que se fuera del lugar. Sin embargo, aunque Jesús se va, no abandona totalmente a aquel pueblo. Les deja un hombre nuevo, totalmente sanado y restaurado para que diera testimonio y hablara a todos allí sobre las grandes cosas que había hecho Dios con él.
De igual manera ha hecho Dios con nosotros. Por medio de Jesucristo hemos sido trasladados de las tinieblas a la luz; Él nos ha libertado de la esclavitud del pecado y nos ha restaurado totalmente, dándonos una nueva vida como sus hijos. Pero también nos ha dejado aquí, para que demos testimonio y le contemos a todo el mundo las grandes cosas que ha hecho el Señor en nosotros. Tenemos una misión que cumplir, hay algo más que vivir la experiencia. Tenemos que proclamar a Cristo y su Palabra; proclamar su amor y su plan de salvación. ¿Lo haces tú?
Comentários